El caso Enron - Andersen. Cuando el fin no justifica los medios
Hablar de corrupción hoy en día no es nada nuevo y mucho menos sorprendente. A diario vemos noticias con escándalos de corrupción que dada su magnitud, ponerlos en un ranking, se ha dificil. Ya sea que estos hechos de corrupción se hayan producido en el Paraguay o en algún lugar del mundo, parecería ser que más que un ranking de corrupción muy pronto estaremos viendo un ranking de creatividad para evadir leyes y disposiciones.
El descreimiento en la clase política, los casos de corrupción a gran escala, los nuevos esquemas para evadir controles y mecanismos de detección de lavado de dinero, sobornos, prácticas fraudulentas y demás; más que impulsar cambios nos llevan a un estado de “escepticismo” de que el panorama pueda cambiar.
Así como nos esforzamos en sensibilizar y demostrar la importancia sobre la aplicación de herramientas de gestión que detecten riesgos, fomenten la transparencia, la ética y el cumplimiento, en paralelo se buscan herramientas más sofisticadas para neutralizar tales esfuerzos.
Es por ello que todas las iniciativas, desde el sector del cual nos toque hablar, son importantes ponerlas en debate y en el centro de atención, ya que, de no hacerlo, seguiremos en este letargo donde simplemente nos limitamos a recibir malas noticias, cuando depende de cada uno de nosotros buscar soluciones para luchar contra este mal endémico tan arraigado en nuestra sociedad y en el mundo.
En esta edición quisiéramos comentar el caso de la compañía americana ENRON y cómo las prácticas corruptas que realizó tuvieron un impacto mundial en lo económico, legal, social y reputacional que afectó a la empresa y a su entorno, pero que, también puso de manifiesto la necesidad de encarar con mayor seriedad el riesgo de fraude, implementar nuevas leyes y controles, el actuar de los directivos que no están exentos del riesgo de fraude y que el buen gobierno corporativo era y sigue siendo más que una necesidad.
ENRON CORPORATION inició sus actividades comerciales en el año 1985, dirigida por Kenneth Lay con sede principal en Houston, Texas. Al inicio, la compañía trabajaba en la administración de gasoductos dentro de los Estados Unidos, pero más tarde expandiría sus actividades comerciales como intermediario financiero de contratos de largo plazo en productos derivados del gas natural, petróleo, plantas de energía, construcción de gasoductos, comunicaciones, manejo de riesgos, entre otros, abriendo distintas filiales alrededor del mundo.
Su crecimiento fue vertiginoso despertando la atención del mundo por la innovación en los negocios, por la magnitud de sus instalaciones y porque en tan sólo 5 años se posicionó en el puesto número 7 de las empresas más grandes de los Estados Unidos. La revista FORTUNE la eligió durante 5 años como “la empresa más innovadora de los Estados Unidos”. Para poder dimensionar el contexto que rodeaba a ENRON, primeramente es importante situarse en la década de los 70 y 80 y cómo funcionaba el mercado energético en los Estados Unidos.
El mercado del gas natural básicamente se desarrollaba entre productores con grandes campos de explotación, los transportistas del gas, quienes eran los dueños de las tuberías, y los clientes. El gobierno de los Estados Unidos tenía el mercado regulado, es decir, tanto los precios del gas como las tarifas de transporte estaban controladas así como quiénes entraban al negocio. Los clientes no podían negociar con los productores directamente porque los productores eran también propietarios del transporte del gas. Por lo que básicamente el mercado del gas natural era un monopolio. Con los años, incluso se reguló aún más el negocio por lo que la escasez de oferta era un problema.
Así es que el negocio de las empresas transportistas dependía de la cantidad de gas que puedan ofrecer y del precio, ambos controlados o regulados por el gobierno. Esta situación se hacía insostenible por lo que en el año 1978 el gobierno decide eliminar ciertas trabas relacionadas a la entrada en el negocio, los controles sobre las ventas desde los pozos disminuyeron y se liberaron algunos precios.
Ante la crisis provocada por el monopolio, en el año 1985 la Comisión Nacional de Energía o en inglés Federal Energy Regulatory Commission (FERC) mediante el decreto N° 436, ordenó el acceso abierto para el transporte del gas natural. Así el consumidor final podía comprar gas directamente del productor que fuese y luego transportarlo por el gasoducto.
De la noche a la mañana, las empresas productoras y transportadoras de gas podían celebrar contratos para comprar cantidades ilimitadas de gas por periodos de largo plazo y a precios altísimos. Los productores podían vender todo su stock de gas al precio que querían e incluso comprar gas más barato de otras compañías y volver a venderlos con el margen que quisieran a las compañías con las que tenían contratos firmados. Esta desregulación hizo que algunas empresas energéticas por un lado quebraran pero también que otras buscaran fusiones o mecanismos de innovación en el mercado.
De esta forma y con el mercado desregulado ENRON CORPORATION entra en acción. Jeff Skilling, era un consultor de la firma McKinsey, firma contratada por ENRON para asesorarlos sobre cómo manejar sus negocios en este nuevo escenario y fue el mismo Jeff Skilling quien tuvo la idea de convertir a ENRON en un intermediario financiero del gas. Skilling propone que ENRON ofrezca financiamiento a los productores de gas y de petróleo, y asegurar de esta forma, que el suministro de gas para ENRON, no se viera afectado en ningún momento.
En 1990 ENRON contrata directamente a Skilling, quien se encargó de convencer al Comité de Auditoría de ENRON de aplicar una técnica contable denominada “mark to market”. Básicamente consistía en exponer en los estados contables los valores futuros de las inversiones como si fuesen ganancias del presente. Si bien esta técnica era utilizada para actividades comerciales en transacciones de capital, para ENRON no era la decisión más adecuada ya que el mercado de gas y de energía no tenía la suficiente liquidez y por otro lado era difícil estimar los precios a futuro. Sin embargo, se llevó a la práctica la propuesta de Skilling con el aval de la empresa auditora Arthur Andersen.
Así inicia el escándalo de fraude corporativo más grande que hasta entonces se haya conocido. En el año 2000 ENRON llegó a cifras record de cotización en la bolsa, pero el valor de sus acciones comenzó a caer. El motivo fue que la reputación empezaba a decaer ante rumores de tráfico de influencias y sobornos para obtener contratos en países de América del Sur, Centro América, África, incluso Filipinas y la India.
Además, las ganancias de ENRON eran el resultado de prácticas contables fraudulentas entre sus propias firmas subsidiarias y las pérdidas millonarias que había sufrido con los años fueron ocultadas gracias al trabajo de sus contadores y manipuladas por Arthur Andersen. Tres sociedades de ENRON, las que contaban con los pasivos más altos, fueron “borradas” de los estados contables de la compañía. ENRON básicamente había diseñado una imagen sólida de sus negocios adulterando información financiera y exponiendo ganancias que no tenía.
A mediados del año 2001 ENRON llega al borde de la bancarrota arrastrando con ella a más de 20.000 empleados quienes no pudieron recuperar sus fondos previsionales, quedando desempleados y defraudados, clientes e inversionistas estafados que confiando en los estados financieros auditados y avalados por la firma auditora Arthur Andersen, habían invertido en la compañía. ENRON se declaraba en quiebra primero en Europa y luego en los Estados Unidos a finales del año 2001.
Todo esto pudo pasar porque no fue detectado por los órganos de control. Luego de los atentados del 11 de setiembre, ENRON anunció que debía realizar correcciones en sus estados financieros, reduciendo las ganancias presentadas hasta el año 2000 en 613 millones de dólares y una reducción de su capital de 1.200 millones de dólares. Por esto, tuvo que enfrentar cargos por más de 30 delitos incluyendo los de conspiración y fraude bancario.
Luego de la caída de ENRON, la firma auditora Arthur Andersen, perdió a sus representantes e inversores en más de 80 países. El ex –auditor en jefe en aquel momento de Arthur Andersen para ENRON, David Duncan, se declaró culpable de los cargos de obstrucción a la justicia. Esto derivó en una sentencia de 5 años de inhabilitación en los Estados Unidos y el pago de una multa de 500.000 dólares. Además tuvieron que pagar más de 60 millones de dólares para responder a las demandas vinculadas al caso ENRON.
Este caso representa el origen de los cambios más importantes que se desarrollaron en el mundo corporativo. Puso de manifiesto que era urgente gestionar el riesgo de fraude de una manera distinta, que la buena gobernanza así como el cumplimiento normativo debía iniciar principalmente desde los altos directivos. En varios países se crearon nuevas regulaciones y leyes que permitan controlar de manera más efectiva las finanzas de las grandes corporaciones que cotizaban en la bolsa de valores.
En los Estados Unidos en el año 2002 se promulgó la ley Sarbanes - Oxley Act (SOX, SARBOX o SOA), ley de Reforma de la Contabilidad Pública de Empresas y de Protección al Inversionista. Esta ley establece sanciones más severas por adulterar registros contables, destruir información, fabricar registros contables inexistentes y de esta forma estafar a accionistas. Esta ley además dio origen a que las firmas auditoras se mantengan independientes de sus clientes.
El expresidente de ENRON, Skilling fue sentenciado en el año 2006 a 24 años de cárcel, pero logró reducir su condena y fue liberado en el año 2019.
Hasta hoy día siguen siendo objeto de estudio y debate las lecciones que ha dejado este hecho de corrupción. Por un lado, no subestimar el deseo humano de querer ganar más a cualquier costo, un riesgo al que están expuestos directivos de todas las empresas. Que las herramientas de gestión hasta las más sofisticadas también pueden fracasar en el intento de frenar este riesgo y que por lo tanto deberá estar siempre mapeado en los Programas de Cumplimiento para poder reducirlo.
La independencia para ejercer funciones de control es fundamental, tanto en el caso de los Auditores como de los Oficiales de Cumplimiento. Ningún tipo de presión deberían recibir por realizar sus respectivos trabajos y nada debería impedir la objetividad en el ejercicio de sus funciones.
La reputación de una empresa es muy importante pero no lo único para garantizar que la información financiera que expone sea veraz. Si se detectan discrepancias en los estados financieros o algún tipo de inconsistencia, se debe poner de manifiesto y pedir cuantas explicaciones sean necesarias y no formar parte del acto adulteración de la información con fines totalmente deshonestos, cediendo a las presiones y complacencia de los clientes auditados.
Flexibilizar las regulaciones no siempre es lo más conveniente. Los entes reguladores deben establecer cuantas leyes y regulaciones sean necesarias y deben hacer cumplirlas, imponiendo sanciones más severas para quienes sigan intentando evadir tales regulaciones. Depender de la buena voluntad y del comportamiento ético de las personas no es suficiente, deberían existir mecanismos de control y de gestión de riesgos para cuando la voluntad humana se debilite.
La corrupción no es un problema de un sector, de una época, de una tendencia, de una posición gerencial, es un problema que involucra a todos a escala mundial. Y sale a la luz tarde o temprano porque la verdad se abre camino. Las empresas ya no pueden permitirse pensar que todo puede seguir igual desconociendo las consecuencias que trae consigo las prácticas antiéticas e ilegales, estas consecuencias van más allá de lo legal y financiero, existen implicancias penales y reputacionales.